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América, descubrimiento,
diálogo
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Madrid, París, Venecia, Florencia, Roma,
Nápoles y Atenas fueron descubiertas en 1955 por mí (que
en 1947 ya había descubierto Nueva York), y en 1956
descubrí también Londres, Amberes y Bruselas. Sin
embargo, fuera de unos pocos de mis poemas y cartas, no he encontrado
ningún otro texto en que se hable de tan interesantes
descubrimientos. Supongo que ha pesado a favor de este silencio
clamoroso el hecho de que cuando llegué por primera vez a esas
ilustres ciudades ya había bastante gente en ellas. Un
razonamiento
similar me ha impedido siempre aceptar que la llegada, hará
pronto
cinco siglos, de unos cuantos europeos al continente en que nací
y
vivo sea llamada pomposamente "Descubrimiento de América."
Tanto
más cuanto que al ocurrir esa llegada (accidental), las dos
ciudades
más pobladas que había entonces en el planeta,
según dijo el poeta mexicano Carlos Pellicer, eran
Tenochtitlán (hoy México D.F.) y Pekín (hoy
Beijín). Según lo que sé, ninguna de las dos
estaba ni está en Europa.
. . . . El único verdadero descubrimiento
de este continente fue hecho por los hombres que hace decenas de miles
de años entraron en él provenientes de Asia.
Tampoco es aceptable que hubiera dos descubrimientos: uno hecho
por ellos, y otro por los vikingos o, lo que es más frecuente
escuchar, por Colón y los suyos. Ni los vikingos ni
Colón, por cierto, tuvieron conciencia de haber llegado al
continente que iba a ser llamado América. Parece que esa
conciencia le corresponde a Vespucio, quien, voluntaria o
involuntariamente, dio su nombre a lo que también iba a ser
llamado "Nuevo Mundo." En todo caso, como es bien sabido, lo
verdaderamente relevante fue la inmensa trascendencia que el viaje de
1492 iba a tener para la humanidad toda. Pero decir, como
todavía repiten algunos, que se trató de la llegada de la
civilización, es un disparate, cuando no una
desvergüenza. A no ser que se diga a la luz de las terribles
palabras de José Martí cuando en 1877 habló de
aquel hecho como del arribo de una "civilización
devastadora: dos palabras que, siendo un antagonismo, constituyen
un proceso." Las grandes culturas, maya, azteca e inca, y las
otras
en vías de desarrollo que había en el continente fueron,
en
efecto, salvajemente devastadas como consecuencia de aquella
llegada.
Y muchísimos aborígenes, como los que habitaban mi
país,
Cuba, fueron extinguidos. Por lo que es una cruel
manifestación
de humor negro decir que la llegada de los españoles y la
ulterior
conquista significó para ellos, que no quedaron ni dejaron
descendientes
para contarlo, el arribo de la civilización.
Roberto Fernández Retamar (Cuba)
Artículo publicado en el Nuevo Amanecer Cultural,
diario de Managua
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El descubrimiento de América que
todavía no fue
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Ya se ha dicho que en 1492 América fue
invadida y no descubierta, porque previamente la habían
descubierto, muchos miles de años antes, los indios que la
habitaban. Pero también se podría decir que
América no fue descubierta en 1492 porque quienes la invadieron
no supieron, o no pudieron, verla.
Sí, la vio Gonzalo
Guerrero, el conquistador conquistado, y por haberla visto
murió de muerte matada. Sí, la vieron algunos
profetas, como Bartolomé de las Casas, Vasco
de Quiroga o Bernardino de
Sahagún, y por haberla visto la amaron y fueron condenados a
la soledad. Pero no vieron América los frailes, los
notarios y los mercaderes que vinieron en busca de veloz fortuna y que
impusieron su religión y su cultura como verdades únicas
y obligatorias. El cristianismo, nacido entre oprimidos de un
imperio, se había vuelto instrumento de opresión a manos
de otro imperio que entraba en la historia a paso avasallante. No
había, no podía haber otras religiones, sino
supersticiones e idolatrías; toda otra cultura era mera
ignorancia. Dios y el Hombre habitaban
Europa; en el Nuevo Mundo moraban los demonios y los monos. El Día de la Raza inauguró un ciclo
de racismo que América padece todavía, los que ignoran
que allá por 1537 el Papa decretó que los indios estaban
dotados de alma y razón.
Ninguna empresa imperial, ni las de antes ni las de ahora,
descubre. La aventura de la usurpación y el despojo no
descubre; encubre. No revela: esconde. Para
realizarse, necesita coartadas ideológicas que convierten la
arbitrariedad en derecho.
En un trabajo reciente, Miguel Rojas-Mix advertía que
Atahualpa fue condenado por
Pizarro porque era culpable del delito de
ser otro o, lisa y llanamente, culpable de ser. La voracidad de
oro y plata requería una máscara que la ocultura; y
así Atahualpa resultó acusado de idolatría,
poligamia e incesto, lo que equivalía a condenarlo por practicar
una cultura diferente.
Eduardo Galeano (Uruguay, 1940-), Nosotros
decimos No
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De la alegre y liviana carabela
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"Painting
of Promontory of Florida" 1492: An Ongoing Voyage Exhibition, Library
of
Congress. |
. . . . Venir a
América no era programa para viejos. Juan B. Terán
hace esta oportuna observación en su libro sobre el nacimiento
de la América española:
"Cortés tenía 19 años cuando embarcó para
América
y apenas 13 Cieza de León; Gonzalo de Sandoval, capitán
de
Cortés, 22 años, y Andrés de Tapia 24; Lope de
Aguirre, |
muerto a los 50 años,
había
pasado la mitad de su vida en América." Cuántas veces en los
muelles
de Cádiz no dirían los hombres maduros al ver que
partían
las naves para América: "¡Qué muchachos
más
locos!"
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Esos muchachos habían dado
comienzo a la guerra de conquista en España. Mejor
dicho: la conquista no ocurrió en América, sino en
Granada o en Nápoles, en Orán, en Marruecos. Lo que
en Cádiz comenzaba -- se ha dicho -- era la Independencia.
El mozo que se embarcaba era el
que quería libertarse, venir a estas tierras a gobernarse por su
propia cuenta, eludir la justicia de España, meterse en estos
laberintos
de selvas y tierras incógnitas en donde pudiera levantar este
estandarte, flamante y más que imperial, del mundo
español: el de la real gana. Mientras la mujer que
perdía a su novio o a su hombre desataba la lágrima en
las riberas del Guadalquivir, el hombre que se despedía desde el
puente pensaba: "Haré lo que me dé la gana."
Germán Arciniegas, Este
pueblo de América
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Habla un soldado de la conquista
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Vine porque me pagaban
y yo quería comprar espadas y mujeres.
Vine porque me hablaron de montañas resplandecientes
como un atardecer en el mar
y por el oro con que me iba a vestir cuando volviera.
Pero sólo encontré flechas envenenadas,
humedad y mosquitos.
Conocí el terror, noches sigilosas,
indios vestidos con su belleza siniestra,
la fuerza de una tierra que nos doblegó
como la sed a los animales,
y la móvil mortaja de la selva.
A bordo alguien habló de "honor".
A bordo hablaban y rezaban con lentas manos sobre libros de oro.
Con esas manos se ayudaron el grito y la desesperación;
con esas manos escarbaron la tierra que nos iba a cubrir.
Alguien habló de "historia" y de "futuro";
yo sólo pienso en lo que perdí.
Creo que todo es igual,
las mentiras que nos dijeron y las verdades que encontramos.
Siempre habrá tontos que vivirán de palabras,
y siempre el mundo mezclará en la misma indiferencia
la vida, que en el olvido crece,
la gloria, que se arrastra,
y la codicia laboriosa de la muerte.
Jorge Calvetti (Argentina, 1918-), Libro de homenaje
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NOTAS
Gonzalo
Guerrero fue uno de dos sobrevientes del naufragio de un barco
español en la costa de México en 1511. Llegó
al estado de Quintana Roo donde vivió entre los mayas.
Tomó como esposa a una mujer indígena y se le
considera el padre del mestizaje en México. Al llegar
Cortés en 1519 él rehusó reunirse a los
españoles para luchar contra los indios. Murió
acusado de traición.
Vasco de Quiroga
(1470-1565) fue enviado a México como oidor (juez) de la Segunda
Audiencia,
encargado de investigar las acusaciones de maltrato de los
indígenas.
Como reacción a los abusos que observó en la Nueva
España se dedicó a mejorar la vida del indígena a
través de la construcción de hospitales, la
enseñanza de oficios y métodos agrícolas. Su
compasión por los indígenas no
fue un sentimiento compartido por sus contemporáneos.
Bernardino de
Sahagún (1499?-1590) llegó a la Ciudad de
México desde la provincia española de León en
1529. El convento de Xochimilco estaba a su
cargo. Un hombre naturalmente curioso, se interesó de
inmediato por las novedades que presentaba México en cuanto a
costumbres y lengua de los pueblos indígenas. Se le
considera el primer investigador científico, un precursor de la
antropología moderna. Dejó documentadas sus
investigaciones en la Historia general de las cosas de Nueva
España (1566-1571).
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